martes, 12 de abril de 2011

Comer en familia

Explorador
La voz de la conciencia social
Escándalos éticos, el nuevo libro del argentino Bernardo Kliksberg, reflexiona sobre los grandes problemas de nuestro tiempo. Aquí presentamos un capítulo titulado Comer en familia
Domingo 10 de abril de 2011 | Publicado en edición impresa.

Es importante comer en familia? Los nuevos estudios sobre el tema amplían lo que ya se sabía y mencionamos anteriormente. Según Kendrick (2010), un terapista de familia, "es la mejor vitamina diaria que los padres pueden dar a los hijos". Implica interactuar en el marco de las comidas familiares, recibir preguntas sobre qué han hecho en la escuela ese día, quiénes son sus amigos, qué tal el maestro, o hacerlas sobre en qué están trabajando sus padres. Enterarse en las conversaciones de dónde vino la familia, de dónde llegaron los abuelos, qué hacen los tíos y primos. Escuchar en ellas comentarios sobre las noticias del día. Y junto a ello intervenir en un plano de igualdad, sin temores, ni vergüenzas, ni inhibiciones. Ser alentado a hacerlo, y estimulado naturalmente. Todo ello sumado es mucho. Mejora la autoimagen, fortalece la autoestima, desarrolla el pensamiento crítico-creativo, moviliza la capacidad de participar, construye una identidad sana. Es un instrumento poderoso en el corto y el mediano plazo. Es una vía maestra para desarrollar la famosa y tan imprescindible inteligencia emocional.

Los estudios indican que practicar esta costumbre en forma sistemática, y sin teléfonos, blackberries, ni TV encendidos, está asociado después con conductas como evitar el embarazo adolescente, más altos puntajes en la escuela, menos desórdenes de comida en jóvenes.

Los niños en general mejoran su sensación general de felicidad. Pero las consecuencias no son sólo positivas para ellos. Un estudio de Barilla sobre 2000 adultos americanos encontró que los que comen con sus hijos regularmente, tienen un nivel de satisfacción de la vida más alto.

Comer en familia es una de las expresiones de la vida familiar. Hay muchas otras, de enorme contenido espiritual, afectivo, y educativo.

Por ello, a pesar de las ideologías antifamilia que circulan con frecuencia, y de los esfuerzos que implica formar, establecer y llevar adelante una familia, ella sigue siendo una institución de total vigencia. Una reciente investigación en Estados Unidos, muestra que el matrimonio es parte de la vida de la gran mayoría de los americanos. Tomando los de 40 años, se comprueba que el 81% se ha casado por lo menos una vez. También las cifras indican que si bien hay un modesto descenso histórico en los últimos 30 años, también lo hay en las cifras de divorcio.

La familia está en pie, pero sus posibilidades de tener y criar hijos y desarrollarse en economías tan turbulentas e individualistas están muy ligadas a que la sociedad lleve adelante políticas públicas protectoras. Un ejemplo interesante es el francés. Las familias francesas tienen dos bebés promedio frente a sólo 1,5 en la Unión Europea en su conjunto. El país invierte desde hace años en la familia. En 2009, gastó el 5,1% de su producto bruto, 135.000 millones de dólares en familia, cuidado de niños, y beneficios de maternidad. Entre ellos junto a las licencias posparto de cuatro meses, paga generosas ayudas familiares, deducciones fiscales por niño, descuentos para familias grandes en los trenes, hogares de cuidado gratuitos de buena calidad para los niños de 3 a 5 años a los que está asistiendo el 99% de ellos, y hasta tratamientos integrales de rehabilitación fiscal para el periodo posparto.

En América Latina, la familia tiene fuertes raíces culturales, y es valorizada por los jóvenes en las encuestas como la institución en que más creen, pero muchas familias se destruyen bajo los impactos de la pobreza, o crece la tasa de renuencia a formarlas por las incertidumbres económicas severas, el déficit de vivienda, y la falta de apoyos públicos.

Con algunos avances, falta mucho para que la política pública garantice a todos, con apoyo de la sociedad, que establecer una familia es un derecho real, y no sólo retórico.

SOBRE EL AUTOR
Nacido en la Argentina y reconocido en todo el mundo, Bernardo Kliksberg es considerado un pionero de la ética para el desarrollo, el capital social y la responsabilidad social empresaria. Asesor de más de 30 países y condecorado, entre otros, por el gobierno de España en 2009, Kliksberg es llamado el padre de la gerencia social y fue autor de los best sellers Más ética, más desarrollo y Primero la gente.


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veroriusAcertada visión la planteada por Kliksberg; a menudo pienso en aquellas familias que envían a sus hijos a los "merenderos" porque no disponen de recursos. Los niños desayunan y almuerzan en la escuela y en muchos casos meriendan en dichos lugares; y ésa es la última comida del día. Si bien el rol asistencial es irreprochable, no deja de estremecerme el ponerme en lugar de esas mamás a las que la pobreza les priva de poder brindar a sus hijos la mesa familiar, y con ello, de algún modo "pierden a sus hijos" tempranamente, porque los educan otros,por así decirlo. Esa impotencia debe doler profundamente. No creo que sea muy difícil implementar una asistencia que proteja la mesa familiar, entendida como se la define en este artículo..

viernes, 8 de abril de 2011

Difrencia entre Padre, papa, papai y pa ( me lo enviaron por mail)

Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como un verdadero dictamen de Dios.

Imperaban normas estrictas de educación: Nadie se sentaba a la mesa antes que el padre, nadie hablaba sin permiso del padre, nadie repetía el almuerzo sin el permiso del padre, nadie se levantaba de la mesa si el padre no se había levantado antes; por algo era el padre.


La madre fue siempre el eje sentimental de la casa, el padre siempre la autoridad suprema. Cuando el padre miraba fijamente a la hija, esta abandonaba todo; a una orden del padre los hijos varones cortaban leña, alzaban bultos o se hacían matar en la guerra.



Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser el padre y se convirtió en papá.

El mero sustantivo era ya una derrota.



Padre es una palabra sólida, rocosa, imponente; papá es un apelativo para oso de felpa o para perro faldero; da demasiada confianza.

Además, la segunda derrota es que papá es una invitación al infame tuteo, con el uso de papá el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había ocurrido cuando el papá era el padre



A diferencia del padre, el papá era tolerante.


Permitía al hijo que fumara en su presencia, en vez de arrancarle los dientes con una trompada, como hacía el padre en circunstancias parecidas.

Los hijos empezaron a llevar amigos a la casa y a organizar bailes y bebidas, mientras papá y mamá se desvelaban y comentaban en voz baja: Bueno, por lo menos tranquiliza saber que están tomándose unos tragos en casa y no en quién sabe dónde.

El papá marcó un acercamiento generacional muy importante, algo que el padre desaconsejaba por completo.

Los hijos empezaron a comer en la sala mirando la tele, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa; tomaban el teléfono sin permiso, sacaban dinero de la cartera de y usaban sus mejores camisas.

La hija comenzó a salir con pretendientes sin chaperón y a exigirle a papá que no le pusiera mala cara al insoportable novio y que lo llamara, en vez de llamarlo "señor González" como habría llamado al padre... que lo llamara simplemente "Tato"!

Papá seguía siendo la autoridad de la casa, pero una autoridad bastante maltrecha. Nada comparable a la figura prócer del padre. Era, en fin, un tipo querido; lavaba, planchaba, cocinaba y, además, se le podía pedir un consejo o también dinero prestado.

Y entonces vino papi.

Papi es un invento reciente de los últimos 20 ó 30 años. Descendiente menguado y raquítico de padre y de papá, ya ni siquiera se le consulta ni se le pregunta nada.

Simplemente se le notifica. Papi, me llevo el auto, dame para nafta.

Le ordenan que se vaya al cine con mami mientras los hijos están de fiesta y que , cuando vuelvan, entren en silencio por la puerta de atrás.

Tiene prohibido preguntarle a la nena quién es ese tipo despeinado que desayuna descalzo en su cocina. Ni hablar de las tarjetas de crédito, la ropa, el turno para ducharse, la afeitadora, el ordenador, las llaves.

Lo tutean y hasta le indican cómo dirigirse a ellos: ¡Papi, no me vuelvas a llamar "chiquita" delante de Jonathan!

Aquel respeto que inspiraba el padre y, hasta cierto punto el papá, se transformó en exceso de confianza además de convertirse en un franco abuso hacia papi:



¡Oye, papi, se me está acabando el whisky! ¡Oye papi, anda a comprar pan!

No sé qué seguirá después de papi. Supongo que la esclavitud o el destierro definitivo.

Yo estoy aterrado... Después de haber sido nieto de padre, hijo de papá y papi de mis hijos, mis nietas han empezado a llamarme "pa"

CREO QUE QUIEREN DECIR

PA QUE SERVÍS !

PA