sábado, 5 de noviembre de 2016

Capo el Dr Rosler

https://www.youtube.com/watch?v=BRAJAy5UZDk

miércoles, 19 de agosto de 2015

20 cosqs que debe escuchar un hijo

Todo hijo debe escuchar estas 20 cosas:
1- No haciéndolo yo, te ayudo a que lo hagas solo
2- Averigualo vos
3- Ahorrá y lo tenés
4- Dame el tel de tus amigos por si pasa algo
5- Dame el tel de los padres de tus amigas, por las dudas
6- Yo no lo voy a hacer por vos si podés hacerlo solo
7- Por favor, ayudame, que esto lo hacés mejor que nadie
8- En esta casa el/la unico/a que coge soy yo. Bueh...antes!
9- Baja la musica, cerra la puerta , o usá auriculares que no escucho ni lo que pienso
10 - Tres horas de Play es too much. Sali a andar en bici o invitá a alguien
11- La guitarra está de adorno ... o la vendo ?
12- Para con los dulces que ya estás fofo.
13- Primero la ensalada después la milanesa
14- No soy tu amiga, soy tu madre. A mi me respetás.
15- YO DECIDO qué es maltrato y que no . Y ese portazo fue maltrato.
16 - Te vas a dormir . A esta ahora se apaga todo o cortó la luz de toda la casa y después me pagás vos lo que se perdió en el freezer.
17- La llamás ya a tu abuela y le decis " Feliz cumple" o no salís a ningún lado.
18 - Hasta que no levantes las notas , no hay bailes ni previas ni recitales.
20- Fiesta en casa okey, pero después me limpian todo y la bebida la compro yo .
21- Tendrás ropa limpia cuando la metas en el lavarropas.
NOTA : Jamás pienses " Pobrecito" de tu hijo . Lo condenás a ser un pobrecito para siempre.

jueves, 14 de mayo de 2015

¿ Qué vas a hacer cuando se vayan?

Cuando yo era chica, mi mama me decía irónicamente que  si uno quiere tener la vida asegurada se mete a   militar o a  religioso. En esas carreras te  prepararan , te dicen que hacer,como pensar y dónde vivir y  te  pagan un sueldo. Son las unicas carreras seguras. Quizas las mas antiguas  del mundo en tema  de futuro asegurado,  Lo demas siempore es un albur de suertes y vocaciones. La otra carrera segura que tiene mucho que ver con ser militar o  religioso  es la paternidad. Requiere entrega total, te demanda  todo el tiempo , no  hay vacaciones. Nos convierte en  sargentos y en monjas de clausura . Dando  órdenes , sin poder salir del claustro y dedicadas a full a la causa .
Pero un dia  los hijos  crecen y se van  y  te jubilan como madre o padre cuando  venías con  más de veinte años de entrenamiento constante .  Se van cuando aun tenias tanto para dar,  dandoles atenmciones  a diario ,  casi en piloto automatico. Y  te quedas de pronto sin nadie a quien darle nada .
Hablo con mamás que sienten su vida en un limbo luego  de que los  hijos se van . Mucho más,  si  son mamas solas . Pero tambien hay muchos papas  solo entregados a  la paternidad , dejando  su vida personal de lado. Esta bien que lo hagan : lo disfrutan, se  sienten  necesitados, importantes, utiles,y siempre acompañados por los hijos  . Pero digo ... todos y todas nos tenemos que ir preparando para  cuando nuestros hijos nos den  el diploma, nos jubilen y nos digan " fue un placer, gracias por todo,  ahora dedicate a vos mismo" . ¿Tenés pensando en que vas a hacer? El  tiempo pasa volando ,  ¿ eh?  ( No vale retener  treintañeros en casa para que esto no suceda!) .

jueves, 12 de septiembre de 2013

¿Por qué tus hijos hacen lo que hacen?.

¿Por qué tus hijos hacen lo que hacen?...Te contestaré con 6 razones:

1.- PORQUE TU LOS DEJAS.
Hacen lo que hacen porque tú se los permites, los hijos se convierten en lo que son, porque sus padres lo permiten, así de sencillo. Si tu hijo está haciendo un desastre de su vida, esta respuesta no te va a gustar, tu vendrás a mí y me darás un millón de excusas, le vas a echar la culpa a la música que escucha, a las películas que ve, a los libros que lee (si es que lee), a la violencia que transmite la TV, al sistema educativo, o a la presión que ejerce la sociedad (o sus amigos), créeme, lo he escuchado miles de veces así es que has a un lado la indignación y piensa en esta verdad: Tus hijos son producto de tu paternidad (de tu manera de educarlo).

2.- NO HAY CONSECUENCIAS DEL MAL COMPORTAMIENTO.
Los padres dejan hacer a sus hijos lo que quieran, con muy poca información de lo que es aceptable y lo que no lo es. Si ellos hacen algo mal, no hay consecuencias por el inaceptable comportamiento. Algunas veces decimos: “Si haces esto te va a pasar aquello, y si no haces aquello te va a pasar esto”, después ellos no hacen lo que tienen que hacer y no pasa nada, no cumplimos la promesa de las consecuencias advertidas. ¿Sabes en que se convierte un padre que no cumple con las consecuencias advertidas?, en un MENTIROSO; y eso justamente aprenden nuestros hijos, a mentir.

3.- TU LES DICES A TUS HIJOS QUE SON ESPECIALES.
Quizás no vas a estar de acuerdo conmigo en esto, créeme que a mí también me resultó difícil entenderlo y aceptarlo, pero es una realidad. Si tu eres de los que actualmente cree que su pequeño ángel es especial, lamento decirte que no lo es; si tu le dices a tus hijos que son especiales muy constantemente, los perjudicas más que ayudarlos, Tu hijo es especial para ti y solo para ti, no lo es para nadie más. Tu hijo nació con todo tu amor y verlo crecer es toda una maravilla, sin embargo cuando crece y cruza tu puerta para ir a la escuela, él, solo es un niño más en la lista de la escuela, y no hay nada de especial acerca de él. En el mundo real, tu hija no es una princesa, ni tu hijo un príncipe, solo es un niño mas. Los hijos deben entender y aprender a crecer sabiendo que al instante que dejen tus amorosos brazos y entren al mundo real, nadie los amará por la única razón de que ellos existen, como lo haces tú.

4.- TU HACES QUE TUS HIJOS SEAN LA COSA MAS IMPORTANTE EN TU VIDA.
Ellos no lo son. Yo se que tú piensas que lo son pero no es así; cuando tu dejas a tus hijos pensar que son la persona más importante en tu vida, ellos aprenden a manipularte y tu terminarás haciendo lo que ellos digan. Tus hijos son importantes, no me mal entiendas, tus hijos deberían ser amados incondicionalmente; pero los padres que ponen por encima de todo, la felicidad de sus hijos y sacrifican su propia vida y algunas veces su matrimonio también, entonces cuando acabe la labor como padre, tus hijos crecerán y te dejarán, e irán en busca de su propia felicidad y tú te quedarás únicamente con tu esposo (a). Si todo tu tiempo y energía lo gastas únicamente en tus hijos, cuando ellos se vayan tu no tendrás la certeza de que tu compañero(a) estará contigo; esa es una de las razones porque hay divorcios luego de que los hijos se van, pues la única cosa en común que tenían eran los hijos, y nunca trataron de alimentar el amor marital como lazo de unión que no fueran los hijos. Esto mismo pasa con las madres y padres solteros, ellos gastan tiempo y energía en sus hijos, sacrifican su propia vida, pensando que lo mejor es servir a sus hijos y poner su vida “en espera” mientras los ayudan a madurar, pero después los hijos se van y ellos se quedan solos sin compañero(a) con quien envejecer juntos, por lo general terminan tratando y viendo a su hijo de 50 como si fuera de 4 años.

5.- FALLAMOS AL ENSEÑARLES LA DIFERENCIA ENTRE DERECHOS Y PRIVILEGIOS.
Los hijos tienen entre otros los siguientes derechos: a la vida, a jugar, a la libertad de opinar, a una familia, a la protección contra el trato negligente, a la alimentación, etc. Los privilegios son concesiones ganadas por una acción determinada; a nuestros hijos les compramos cosas, lo más actual en videojuegos, por ejemplo, o ropa o zapatos de marca, o una mascota, e incluso los llevamos al cine o a vacacionar, les compramos celulares, etc., etc. y todo gratis, a cambio de nada, hoy te digo que aunque te sobre el dinero para complacer a tu hijo, tienes que enseñarle a ganárselo; él tiene que saber que las cosas que le gustan cuestan y hay que pagar un precio por ellas, incluso estas cosas te ayudarán en la negociación de actitudes y comportamientos.

6.- TRABAJAS EN LA AUTOESTIMA DE TU HIJO.
La palabra autoestima es una palabra compuesta de auto: uno mismo, y estima: amor, o sea, amarse a uno mismo. Tu no le puedes proporcionar una valoración positiva de él mismo, confundimos el animarlos y apoyarlos con aumentar su autoestima y cambiamos la regla de “si tiene alta autoestima tendrá éxito en todo”, pero en realidad es al revés “si tiene éxito en todo, aumentará su autoestima”. Así que si quieres que tengan autoestima alta, enséñale a alcanzar sus éxitos.

Fuente: Padres Al Rescate De Los Valores 

sábado, 22 de septiembre de 2012

El cerebro adolescente no funciona muy bien

La neurologa Sarah-Jayne Blakemore dice que el cerebro de la gente entre los 15 y los 25 años no tiene la capacidad de ver el mundo con los ojos de otro, y por eso viven enojados, irritados, insolentes, queriendo ser independientes y tomando riesgos tontos...hasta que se le desarrolle del todo el neocortex frontal...Mientras tanto hay que mandarlos a aprender cosas para aprovechar que el cerebro esta maleable y en formación. Lástima que están tan irritables que si los mandas a aprender algo te sacan carpiendo! http://www.ted.com/talks/sarah_jayne_blakemore_the_mysterious_workings_of_the_adolescent_brain.html

jueves, 2 de agosto de 2012

¿Por qué tenemos hijos?

http://telefenoticias.com.ar/es/news//20120802/por-que-tenemos-hijos/10366.shtml La mitad de los hijos de clase media son no planificados”, sostiene el Dr. Mario Sebastiani, profesor adjunto del Departamento de Tocoginecología del Instituto Universitario del Hospital Italiano de Buenos Aires, quien trajo al mundo entre 9 y 10 mil chicos a lo largo de 38 años. Acaba de publicar el polémico e inquietante libro "¿Por qué tenemos hijos?", en el cual señala que es fundamental la planificación familiar, desacraliza la maternidad y hasta descarta la idea de que existe el instinto materno. . ;Por qué tenemos hijos? Ayuda | 02.08.2012 | 11:27h En su reciente publicación el médico propone un recorrido por la historia, los prejuicios y mandatos sociales que nos permite reflexionar y resignificar nuestras decisiones para que la paternidad y la maternidad -lejos de una imposición- sean algo deseado y elegido. A través de su experiencia como obstetra, Sebastiani señala que "los motivos más frecuentes (de maternidad / paternidad) tienen que ver con el accidente, el egoísmo, la negociación, la soledad. Pero no con el amor”. Y, sin embargo, se pregunta "¿por qué hablamos siempre de amor? Vivimos en una sociedad pronatalista que se contrapone con la victimización de los niños, el maltrato infantil, chicos solos deambulando por los shoppings, militarizados en otros países, llenos de actividades". “Tener un hijo debería ser un acto de responsabilidad con un gran componente moral. Los hijos no pueden ser rellenos ni una obligación religiosa ni la propagación de la especie. Detrás del deseo egoísta de tener un hijo tengo que tener un escenario que le permita al niño desempeñarse en las mejores condiciones posibles. Y no hablo de riqueza”, plantea Sebastiani

viernes, 22 de junio de 2012

15.9.11n DE grossoedipo.blosgpot.com.ar Paso a paso hacia la institución psiquiátrica * ¿Cuánto se puede complicar algo tan básico como caminar? Muchísimo. Pregúntenle a Fede, que practica parkour en cada escalera, umbral, cantero, vidriera o superficie mínimamente irregular. También camina pegadito a la pared, limpiándole la mugre con la ropa y exponiéndose a los ladridos de todos los perros vigilantes de la cuadra. * La repregunta. No importa si le pregunté si tiene frío, si la pasó bien en el jardín o a qué está jugando. La respuesta siempre es la misma: "¿QUÉEE?". Yo tengo tendencia a hablar más bien bajo, pero cuando le pregunto en un susurro si quiere yogur o si vamos a la plaza me entiende perfecto. * Hablando de fluídos corporales. Salida del jardín. ¿Querés ir al baño? NO. Parada del colectivo, empieza a retorcer las piernas. ¿Querés ir al baño? SIIIIII. Y empieza el peregrinaje a la búsqueda de un bar mientras veo pasar cinco colectivos. Hasta ahora llevo el invicto de hacerlo mear en la calle contra un árbol, pero no sé hasta cuándo podré sostenerlo. * Vamos en el subte. Algún desconocido lo mira y le sonríe. Se armó. Le sale todo el histrionismo y empieza a decir estupideces, a hacer ruidos con la boca, a retorcerse colgado de mi mano cual macaco de liana. Me muero de la vergüenza y el pobre incauto que comenzó todo mira para otro lado horrorizado de haber sido simpático con un nene tan insoportable. * El perfeccionismo al pedo. El tipo está jugando y desparramó ochenta muñecos en el piso y no se te ocurra mover uno para pasar porque le rompiste el esquema armado y le agarra la bronca. Y es rencoroso, dos días después te sale con "¿te acordás que lo moviste a Tigre?". *El imperfeccionismo. A mí me gusta mucho la escuela, la re banco, está buenísimo que los chicos tengan libertad para jugar, que hagan tareas de jardinería, que puedan correr. Pero llevo todos los días un nene limpio y sale un pibe todo mugroso, con las rodilleras de los pantalones negras, las zapatillas embarradas, la remera descosida en el hombro, el pelo lleno de pasto. Un día me va a increpar una trabajadora social en el 110. * La seguidilla. Estoy terminando algo, apurada. -Mamaáaaaa tengo sed.- Ok ahí voy le llevo jugo. Vuelvo. -Mamaáaaaa voy al baaaño. Bueno, andá. Ratito. -Mamáaaa ya terminé limpiame.- Cuando llego al baño -Nooooo pará que me falta.- OOOOOOK. Otro ratito. -Ahora sí.- Lo limpio, le lavo las manos, vuelvo a trabajar. -Mamáaaaaa voy al baño otra vez.- AAARGHHHHH. -MamáaaAAAAA VOLQUÉ EL JUGO. Juro que a la noche a veces me despierto con el MAMAAAAA en los oídos aunque el niño duerme plácidamente.

miércoles, 25 de abril de 2012

Definición de hijo por Jose Saramago, premio Nobel de literatura:

Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de como amar a alguien mas que a nosotros mismos, de como cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y de nosotros aprender a tener coraje. Si, Eso es! Ser madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado? perder? ?como? No es nuestro? Fue apenas un préstamo... EL MAS PRECIADO Y MARAVILLOSO PRESTAMO ya que son nuestros solo mientras no pueden valerse por si mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios bendiga siempre a nuestros hijos pues a nosotros ya nos bendijo con ellos.

miércoles, 22 de junio de 2011

Carta a una hija

Poema de Jorge Bucay, cortesía de Mundo y aparte…



Antes de morir hija mia, quisiera estar seguro de haberte enseñado…

A disfrutar del amor,

a confiar en tu fuerza,

a enfrentar tus miedos,

a entusiasmarte con la vida,

a pedir ayuda cuando la necesites,

a permitir que te consuelen cuando sufres,

a tomar tus propias decisiones,

a hacer valer tus elecciones,

a ser amiga de ti misma,

a no tenerle miedo al ridículo,

a darte cuenta de que mereces ser querida,

a hablar a los demás amorosamente,

a decir o callar según tu conveniencia,

a quedarte con el crédito por tus logros,

a amar y cuidar la pequeña niña que hay en tí,

a superar la adiccion a la aprobación de los demás,

a no absorber las responsabilidades de todos,

a ser consciente de tus sentimientos y actuar en consecuencia,

a no perseguir el aplauso sino tu satisfacción con lo hecho,

a dar porque quieres, nunca porque lo creas tu obligación,

a exigir que se te pague adecuadamente por tu trabajo,

a aceptar tus limitaciones y tu vulnerabilidad sin enojo,

a no imponer tu creterio ni permitir que te impongan el de otros,

a decir que sí, sólo cuando quieras y decir que no sin culpa,

a vivir en el presente y no tener expectativas,

a tomar más riesgos,

a aceptar el cambio y revisar tus creencias,

a trabajar para sanar tus heridas viejas y actuales,

a tratar y exigir ser tratada con respeto,

a llenar primero tu copa y justo después la de los demás,

a planear para el futuro pero no vivir en él,

a valorar tu intuición,

a celebrar las diferencias entre los sexos,

a desarrollar las relacciones sanas y de apoyo mutuo,

a hacer de la comprensión y el perdón tus prioridades,

a aceptarte como eres,

a no mirar atrás para ver quien te sigue,

a crecer aprendiendo de los desencuentros y de los fracasos,

a permitirte reir a carcajadas por la calle sin ninguna razón,

a no idolatrar a nadie, y a mí… menos que a nadie.

sábado, 21 de mayo de 2011

EEl unico pueblo sin niños ni adolescentes del planeta

Firfill , en Inglaterra, es un pequeño y placido pueblo creado con el objetivo de estar siempre lleno de paz y tranquilidad, sin los comunes ruidos de los menores, según publica bbc.co.uk.

Podrá parecer una medida exagerada, pero quienes viven ahí están de acuerdo con ello.

El sitio bebesymas.com explica que los habitantes del lugar firmaron un contrato para “mejorar la convivencia”. Ahí se específica claramente que ningún niño puede vivir en el lugar.

Por esa razón, Firhill es considerado, por muchos, como el lugar donde viven “los ogros que odian a los niños”.

Pero no todo es como parece. La verdad es que los colonos del lugar no precisamente los odian, simplemente buscan tranquilidad.

Por ello, establecieron que los infantes pueden visitar a sus familiares, sin ningún problema, pero eso sí, en horarios específicos y con un límite de frecuencia.

Pero, ¿de dónde salen tantas reglas? A los turistas les puede parecer un tanto extrañas las normas bajo las que viven en Firhill, pero todo tiene una buena intención: hace ocho años se creó este poblado con la única intención de que adultos sin niños puedan vivir en un ambiente acogedor y tranquilo, sin ningún tipo de perturbación.

Y es que, no cualquier adulto puede instalarse en esa tierra escocesa, únicamente personas mayores a 45 años. ¡Eso explica muchas cosas! ¿no creen?

martes, 12 de abril de 2011

Comer en familia

Explorador
La voz de la conciencia social
Escándalos éticos, el nuevo libro del argentino Bernardo Kliksberg, reflexiona sobre los grandes problemas de nuestro tiempo. Aquí presentamos un capítulo titulado Comer en familia
Domingo 10 de abril de 2011 | Publicado en edición impresa.

Es importante comer en familia? Los nuevos estudios sobre el tema amplían lo que ya se sabía y mencionamos anteriormente. Según Kendrick (2010), un terapista de familia, "es la mejor vitamina diaria que los padres pueden dar a los hijos". Implica interactuar en el marco de las comidas familiares, recibir preguntas sobre qué han hecho en la escuela ese día, quiénes son sus amigos, qué tal el maestro, o hacerlas sobre en qué están trabajando sus padres. Enterarse en las conversaciones de dónde vino la familia, de dónde llegaron los abuelos, qué hacen los tíos y primos. Escuchar en ellas comentarios sobre las noticias del día. Y junto a ello intervenir en un plano de igualdad, sin temores, ni vergüenzas, ni inhibiciones. Ser alentado a hacerlo, y estimulado naturalmente. Todo ello sumado es mucho. Mejora la autoimagen, fortalece la autoestima, desarrolla el pensamiento crítico-creativo, moviliza la capacidad de participar, construye una identidad sana. Es un instrumento poderoso en el corto y el mediano plazo. Es una vía maestra para desarrollar la famosa y tan imprescindible inteligencia emocional.

Los estudios indican que practicar esta costumbre en forma sistemática, y sin teléfonos, blackberries, ni TV encendidos, está asociado después con conductas como evitar el embarazo adolescente, más altos puntajes en la escuela, menos desórdenes de comida en jóvenes.

Los niños en general mejoran su sensación general de felicidad. Pero las consecuencias no son sólo positivas para ellos. Un estudio de Barilla sobre 2000 adultos americanos encontró que los que comen con sus hijos regularmente, tienen un nivel de satisfacción de la vida más alto.

Comer en familia es una de las expresiones de la vida familiar. Hay muchas otras, de enorme contenido espiritual, afectivo, y educativo.

Por ello, a pesar de las ideologías antifamilia que circulan con frecuencia, y de los esfuerzos que implica formar, establecer y llevar adelante una familia, ella sigue siendo una institución de total vigencia. Una reciente investigación en Estados Unidos, muestra que el matrimonio es parte de la vida de la gran mayoría de los americanos. Tomando los de 40 años, se comprueba que el 81% se ha casado por lo menos una vez. También las cifras indican que si bien hay un modesto descenso histórico en los últimos 30 años, también lo hay en las cifras de divorcio.

La familia está en pie, pero sus posibilidades de tener y criar hijos y desarrollarse en economías tan turbulentas e individualistas están muy ligadas a que la sociedad lleve adelante políticas públicas protectoras. Un ejemplo interesante es el francés. Las familias francesas tienen dos bebés promedio frente a sólo 1,5 en la Unión Europea en su conjunto. El país invierte desde hace años en la familia. En 2009, gastó el 5,1% de su producto bruto, 135.000 millones de dólares en familia, cuidado de niños, y beneficios de maternidad. Entre ellos junto a las licencias posparto de cuatro meses, paga generosas ayudas familiares, deducciones fiscales por niño, descuentos para familias grandes en los trenes, hogares de cuidado gratuitos de buena calidad para los niños de 3 a 5 años a los que está asistiendo el 99% de ellos, y hasta tratamientos integrales de rehabilitación fiscal para el periodo posparto.

En América Latina, la familia tiene fuertes raíces culturales, y es valorizada por los jóvenes en las encuestas como la institución en que más creen, pero muchas familias se destruyen bajo los impactos de la pobreza, o crece la tasa de renuencia a formarlas por las incertidumbres económicas severas, el déficit de vivienda, y la falta de apoyos públicos.

Con algunos avances, falta mucho para que la política pública garantice a todos, con apoyo de la sociedad, que establecer una familia es un derecho real, y no sólo retórico.

SOBRE EL AUTOR
Nacido en la Argentina y reconocido en todo el mundo, Bernardo Kliksberg es considerado un pionero de la ética para el desarrollo, el capital social y la responsabilidad social empresaria. Asesor de más de 30 países y condecorado, entre otros, por el gobierno de España en 2009, Kliksberg es llamado el padre de la gerencia social y fue autor de los best sellers Más ética, más desarrollo y Primero la gente.


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veroriusAcertada visión la planteada por Kliksberg; a menudo pienso en aquellas familias que envían a sus hijos a los "merenderos" porque no disponen de recursos. Los niños desayunan y almuerzan en la escuela y en muchos casos meriendan en dichos lugares; y ésa es la última comida del día. Si bien el rol asistencial es irreprochable, no deja de estremecerme el ponerme en lugar de esas mamás a las que la pobreza les priva de poder brindar a sus hijos la mesa familiar, y con ello, de algún modo "pierden a sus hijos" tempranamente, porque los educan otros,por así decirlo. Esa impotencia debe doler profundamente. No creo que sea muy difícil implementar una asistencia que proteja la mesa familiar, entendida como se la define en este artículo..

viernes, 8 de abril de 2011

Difrencia entre Padre, papa, papai y pa ( me lo enviaron por mail)

Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como un verdadero dictamen de Dios.

Imperaban normas estrictas de educación: Nadie se sentaba a la mesa antes que el padre, nadie hablaba sin permiso del padre, nadie repetía el almuerzo sin el permiso del padre, nadie se levantaba de la mesa si el padre no se había levantado antes; por algo era el padre.


La madre fue siempre el eje sentimental de la casa, el padre siempre la autoridad suprema. Cuando el padre miraba fijamente a la hija, esta abandonaba todo; a una orden del padre los hijos varones cortaban leña, alzaban bultos o se hacían matar en la guerra.



Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser el padre y se convirtió en papá.

El mero sustantivo era ya una derrota.



Padre es una palabra sólida, rocosa, imponente; papá es un apelativo para oso de felpa o para perro faldero; da demasiada confianza.

Además, la segunda derrota es que papá es una invitación al infame tuteo, con el uso de papá el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había ocurrido cuando el papá era el padre



A diferencia del padre, el papá era tolerante.


Permitía al hijo que fumara en su presencia, en vez de arrancarle los dientes con una trompada, como hacía el padre en circunstancias parecidas.

Los hijos empezaron a llevar amigos a la casa y a organizar bailes y bebidas, mientras papá y mamá se desvelaban y comentaban en voz baja: Bueno, por lo menos tranquiliza saber que están tomándose unos tragos en casa y no en quién sabe dónde.

El papá marcó un acercamiento generacional muy importante, algo que el padre desaconsejaba por completo.

Los hijos empezaron a comer en la sala mirando la tele, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa; tomaban el teléfono sin permiso, sacaban dinero de la cartera de y usaban sus mejores camisas.

La hija comenzó a salir con pretendientes sin chaperón y a exigirle a papá que no le pusiera mala cara al insoportable novio y que lo llamara, en vez de llamarlo "señor González" como habría llamado al padre... que lo llamara simplemente "Tato"!

Papá seguía siendo la autoridad de la casa, pero una autoridad bastante maltrecha. Nada comparable a la figura prócer del padre. Era, en fin, un tipo querido; lavaba, planchaba, cocinaba y, además, se le podía pedir un consejo o también dinero prestado.

Y entonces vino papi.

Papi es un invento reciente de los últimos 20 ó 30 años. Descendiente menguado y raquítico de padre y de papá, ya ni siquiera se le consulta ni se le pregunta nada.

Simplemente se le notifica. Papi, me llevo el auto, dame para nafta.

Le ordenan que se vaya al cine con mami mientras los hijos están de fiesta y que , cuando vuelvan, entren en silencio por la puerta de atrás.

Tiene prohibido preguntarle a la nena quién es ese tipo despeinado que desayuna descalzo en su cocina. Ni hablar de las tarjetas de crédito, la ropa, el turno para ducharse, la afeitadora, el ordenador, las llaves.

Lo tutean y hasta le indican cómo dirigirse a ellos: ¡Papi, no me vuelvas a llamar "chiquita" delante de Jonathan!

Aquel respeto que inspiraba el padre y, hasta cierto punto el papá, se transformó en exceso de confianza además de convertirse en un franco abuso hacia papi:



¡Oye, papi, se me está acabando el whisky! ¡Oye papi, anda a comprar pan!

No sé qué seguirá después de papi. Supongo que la esclavitud o el destierro definitivo.

Yo estoy aterrado... Después de haber sido nieto de padre, hijo de papá y papi de mis hijos, mis nietas han empezado a llamarme "pa"

CREO QUE QUIEREN DECIR

PA QUE SERVÍS !

PA

lunes, 21 de marzo de 2011

El faro de la paternidad

El faro de la paternidad
Miguel Espeche
Para LA NACION
Lunes 21 de marzo de 2011 | Publicado en La Nacion
Vale la idea del faro para asociarla a la de la paternidad. Mejor esa imagen que otras, menos generosas y más ligadas a ver a los padres como esclavos de una tarea sólo destinada a remontar inacabables cuestas o a vivir enormes sacrificios que jaquean a perpetuidad todo disfrute por la vida, homologando la parentalidad a una carga más que a una bendición.

Un faro ilumina desde un lugar bien visible de la costa. Desde allí ofrece referencia a los navegantes, quienes, cuando llega la noche, sabrán valorar su existencia y evitarán los peligros de la costa que se oculta en la oscuridad. Lo harán gracias a esa luz que, de manera regular y rítmica, señala un lugar, un punto referencial, para que los barcos usen sus velas y motores y tomen el rumbo más prudente y certero para alcanzar su destino.

La imagen es clara y energética. Habla de algo generoso y condensa una fuerza simbólica universal. Nadie construye un faro para hacer daño, sino, por el contrario, la idea de construir un lugar de permanente y confiable luz para guiar a los navegantes es, por decir lo menos, bienintencionada y redentora.

La imagen de una paternidad luminosa, plantada en un lugar de referencia y no tan jadeantemente supeditada a modas pedagógicas, modelos de éxito banales, demandas berrinchudas de los hijos y, sobre todo, miedo, mucho miedo, a fallar o a que algo malo suceda, puede ser útil para quienes están abocados amorosamente al arte de criar hijos en tiempos en los que es complicado encontrar amistad con los modelos educativos de antaño.

Las imágenes asociadas a lo paterno son muchas. Una parte importante de ellas suelen referir al sacrificio permanente, tal el caso, por ejemplo, de casi todos los monumentos a la madre que adornan las plazas de los pueblos del país, estatuas de mujeres con un rostro opaco y casi estoico, símbolo de una maternidad encomiable, por cierto, pero parcial a la hora de dar cuenta de lo que es una madre que, además, es mujer y tiene una vida.

En esa línea de lo "sufriente" como signo de ser buen padre o madre, la buena paternidad se asocia a un celo exacerbado, a la intención de evitar absolutamente toda frustración a los hijos y, sobre todo en estos tiempos, a la alarma y al miedo ante los peligros de la vida, por un lado, y la angustia por "fallar", por el otro. De gozar de la vida como un elemento que educa a los hijos al ofrecerles un aliciente para crecer... ni noticias.

Los jóvenes dirían que, así vista, la buena paternidad es "un bajón". Y no les faltaría razón. Tan "bajón" como aquel paradigma que, para mal de toda una civilización, quebró la amistad que existe entre el deber y el goce por la vida. Ese quiebre ubica en las antípodas lo que no debería estarlo (el deber, por un lado y el entusiasmo vital, por el otro). Con esa idea muchos padres dejan de verse como personas, dejan de participar del entusiasmo y el sano goce de vivir, y se dan a la tarea de cumplir su desangelado deber de adultos, mientras el pulsar de la vida parecería pasar por otro lado.

Por eso es linda la idea del faro y su comparación con la función de los padres. El faro es lo que es, e ilumina desde allí, sin hacer otra cosa que lo que le corresponde. Hay un vínculo con el navío (el hijo) que se gesta desde la confianza y el amor y no desde un "hacer" técnico que, además, es siempre insuficiente para garantizar buenos resultados. El faro no tiene que salir al mar para salvar del naufragio a los navíos, sino que genera el suficiente respeto y confiabilidad como para que el navegante le preste atención, le crea y, desde ese creer ("¡ojo con los arrecifes de la costa!") actúe en consecuencia, usando sus propios medios, que los tiene, para tomar el mejor rumbo. El faro no suple los recursos que el barco tiene, sino que ofrece un referente para que esos recursos se desplieguen al máximo de sus capacidades.

Es habitual que aquellos padres que pueblan sus mentes con imágenes de bomberos, gendarmes o directamente soldados o grupos SWAT a la hora de vérselas, por ejemplo, con la adolescencia de sus hijos, suspiren aliviados cuando aparece en su paisaje interior la imagen del faro como representación de la función paterna que deben llevar a cabo. Pueden, así, dejar tanta adrenalina y temor de lado para dedicarse a criar, más que a temer y vivir alarmados o jaqueados por la crítica y la autocrítica inconducente.

Ese alivio tiene un interesante efecto: intensifica la luz que el faro irradia.

A estas alturas, ya deberíamos ver de qué está hecha la luz de ese faro parental que, en el universo oscuro y sin norte en el que a veces están los hijos, ofrece ese punto que ellos usarán para mover el universo.

Esa luz es, sin dudas, el entusiasmo por la vida. Por la vida en general, y, por sobre todo, por la propia.

No por las ideas y argumentos que abruman los oídos de sus hijos, no por utopías ideologizadas, no por palabras pontificias sin vibración, no por repeticiones de mandamientos que no atraviesan el propio corazón? sólo las ganas de vivir y el entusiasmo que irradia, tenga éste la forma que tenga. Será esa vitalidad, con la forma que tenga de acuerdo a cada caso y circunstancia, la fuente de lo que luego se convertirá en acción específica y eficaz para la crianza.

Por eso es tan importante que los padres estén bien, íntegros frente a lo propio, con el mejor amor posible en lo que a pareja respecta y si no la tienen, que no crean que esa soledad es suplida con los hijos, ya que eso es demasiado peso para ellos. Es importante que los padres estén bien alimentados en cuerpo y alma; es eso, y no la culpa inconducente, la alarma crónica y el temor, lo que los transformará en buenos y responsables (con habilidad de respuesta) criadores de hijos.

La luz del faro no es el bienestar burgués, tampoco la felicidad de aviso de gaseosa, sino que es la integridad y el coraje de hacer lo que hay que hacer cuando las cosas vienen mal, y el animarse sin culpa a vivir la felicidad cuando ésta es legítima y posible. Aunque cueste creerlo, muchos padres sienten culpa de estar bien, felices, porque no lo ven compatible con aquella estatua muchas veces vista en los pueblos, llenas de abnegado sacrificio pero sin ofrecer un entusiasmo vital que haga que los hijos deseen con todas sus fuerzas alcanzar el horizonte que representa el ejemplo de sus padres.

El sentido de la vida no lo dan los hijos a sus padres, sino que la cuestión es al revés. Los hijos traen su fuerza y su vitalidad, pero el rumbo y, sobre todo, la referencia para no perderlo, lo dan los padres que tienen luz que ofrecer. Por eso, si como padres no se tiene luz, la tarea es encontrarla, mejorando la propia calidad de vida antes que tratando de manejar y controlar la existencia de los hijos desde una mirada mecánica y temerosa.

Es mejor amar a los hijos que necesitarlos. Amarlos es darles luz, necesitarlos es pedírsela. La fuente de luz del faro no son los hijos, sino que viene del amor, de la convicción, de la vocación, de las ganas y el entusiasmo que cada padre se sepa conseguir en su mundo de pares.

Claro, conseguir todo eso no es fácil, pero sabemos que la vida no lo es. Y tampoco es fácil ser padres para vivir a merced del miedo y la pretensión de controlar la vida para evitar que sufran daños, cuando sabemos que cuidar no siempre es, justamente, controlar.

Dificultad no implica imposibilidad, y es bueno recordarlo a la hora de buscar la propia energía para ofrecer esa luz que impulsa y da referencia a los hijos que navegan hacia el mejor lugar posible.

© La Nacion

El autor es psicólogo. Su último libro es Criar sin miedo

martes, 15 de marzo de 2011

Lady Gaga : ¿por qué es el icono del 2010?

Segun la profesora Camille Paglia, la imagen poco sensual y supermecanica de Lady Gaga concuerda perfecatmente con lo que es la juventud actual : gente hiper eletronificada con aparatitos tecnologicos, privada de sensualidad, emociones y erotisimo, y hasta privada de voz y opinion , porque sus comunicaciones se tratan de minitextos abreviados enviados en chats, celulares y Twitter, donde se cuentan secretos e intimidades minimalizados, sin espacio para profundizar o interelacionar, y un desconocimiento total del arte de la seducción . Por eso titula su nota "la muerte del sexo".

Lady Gaga and the death of sex
An erotic breaker of taboos or an asexual copycat? Camille Paglia, America's foremost cultural critic, demolishes an icon
Camille Paglia
Published: 12 September 2010
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American singer Lady Gaga, born Stefani Joanne Angelina Germanotta (Francois Berthier)
Lady Gaga is the first major star of the digital age. Since her rise, she has remained almost continually on tour. Hence, she is a moving target who has escaped serious scrutiny. She is often pictured tottering down the street in some outlandish get-up and fright wig. Most of what she has said about herself has not been independently corroborated… “Music is a lie”, “Art is a lie”, “Gaga is a lie”, and “I profusely lie” have been among Gaga’s pronouncements, but her fans swallow her line whole…

She constantly touts her symbiotic bond with her fans, the “little monsters”, who she inspires to “love themselves” as if they are damaged goods in need of her therapeutic repair. “You’re a superstar, no matter who you are!” She earnestly tells them from the stage, while their cash ends up in her pockets. She told a magazine with messianic fervour: “I love my fans more than any artist who has ever lived.” She claims to have changed the lives of the disabled, thrilled by her jewelled parody crutches in the Paparazzi video.

Although she presents herself as the clarion voice of all the freaks and misfits of life, there is little evidence that she ever was one. Her upbringing was comfortable and eventually affluent, and she attended the same upscale Manhattan private school as Paris and Nicky Hilton. There is a monumental disconnect between Gaga’s melodramatic self-portrayal as a lonely, rebellious, marginalised artist and the powerful corporate apparatus that bankrolled her makeover and has steamrollered her songs into heavy rotation on radio stations everywhere.

For two years, I have spent an irritating amount of time trying to avoid Gaga’s catchy but depthless hits Lady Gaga is a manufactured personality, and a recent one at that. Photos of Stefani Germanotta just a few years ago show a bubbly brunette with a glowing complexion. The Gaga of world fame, however, with her heavy wigs and giant sunglasses (rudely worn during interviews) looks either simperingly doll-like or ghoulish, without a trace of spontaneity. Every public appearance, even absurdly at airports where most celebrities want to pass incognito, has been lavishly scripted in advance with a flamboyant outfit and bizarre hairdo assembled by an invisible company of elves.

Furthermore, despite showing acres of pallid flesh in the fetish-bondage garb of urban prostitution, Gaga isn’t sexy at all – she’s like a gangly marionette or plasticised android. How could a figure so calculated and artificial, so clinical and strangely antiseptic, so stripped of genuine eroticism have become the icon of her generation? Can it be that Gaga represents the exhausted end of the sexual revolution? In Gaga’s manic miming of persona after persona, over-conceptualised and claustrophobic, we may have reached the limit of an era…

Gaga has borrowed so heavily from Madonna (as in her latest video-Alejandro) that it must be asked, at what point does homage become theft? However, the main point is that the young Madonna was on fire. She was indeed the imperious Marlene Dietrich’s true heir. For Gaga, sex is mainly decor and surface; she’s like a laminated piece of ersatz rococo furniture. Alarmingly, Generation Gaga can’t tell the difference. Is it the death of sex? Perhaps the symbolic status that sex had for a century has gone kaput; that blazing trajectory is over…

Gaga seems comet-like, a stimulating burst of novelty, even though she is a ruthless recycler of other people’s work. She is the diva of déjà vu. Gaga has glibly appropriated from performers like Cher, Jane Fonda as Barbarella, Gwen Stefani and Pink, as well as from fashion muses like Isabella Blow and Daphne Guinness. Drag queens, whom Gaga professes to admire, are usually far sexier in many of her over-the-top outfits than she is.

Peeping dourly through all that tat is Gaga’s limited range of facial expressions. Her videos repeatedly thrust that blank, lugubrious face at the camera and us; it’s creepy and coercive. Marlene and Madonna gave the impression, true or false, of being pansexual. Gaga, for all her writhing and posturing, is asexual. Going off to the gym in broad daylight, as Gaga recently did, dressed in a black bustier, fishnet stockings and stiletto heels isn’t sexy – it’s sexually dysfunctional.

Compare Gaga’s insipid songs, with their nursery-rhyme nonsense syllables, to the title and hypnotic refrain of the first Madonna song and video to bring her attention on MTV, Burning Up, with its elemental fire imagery and its then-shocking offer of fellatio. In place of Madonna’s valiant life force, what we find in Gaga is a disturbing trend towards mutilation and death…

Gaga is in way over her head with her avant-garde pretensions… She wants to have it both ways – to be hip and avant-garde and yet popular and universal, a practitioner of gung-ho “show biz”. Most of her worshippers seem to have had little or no contact with such powerful performers as Tina Turner or Janis Joplin, with their huge personalities and deep wells of passion.

Generation Gaga doesn’t identify with powerful vocal styles because their own voices have atrophied: they communicate mutely via a constant stream of atomised, telegraphic text messages. Gaga’s flat affect doesn’t bother them because they’re not attuned to facial expressions.

Gaga's fans are marooned in a global technocracy of fancy gadgets but emotional poverty. Borderlines have been blurred between public and private: reality TV shows multiply, cell phone conversations blare everywhere; secrets are heedlessly blabbed on Facebook and Twitter. Hence, Gaga gratuitously natters on about her vagina…

To read the rest of this explosive profile, including Paglia's debunking of comparisons to Madonna, David Bowie, Elton John and Andy Warhol, and to view a slideshow of photographs, visit the thesundaytimes.co.uk/magazine now

viernes, 18 de febrero de 2011

'Bajo presion: rescatar a nuestros hijos de una paternidad frenética'

Carl Honoré publica 'Bajo presion: rescatar a nuestros hijos de una paternidad frenética'
Mochila 'C' Publicado por Seina @ 8:01

Papá dame un respiro
Los adultos han secuestrado la infancia de los niños
El impulso de modelar a los hijos con un celo sobrehumano, la llamada “hiperpaternidad”, evidencia el fracaso del modelo infantil actual
Es lo que el autor de ‘Elogio de la lentitud’ defiende en su nuevo libro, ‘Bajo presión’
· Se pregunta, en este texto para ‘El País Semanal’, qué significa ser niño y padre en el siglo XXI

CARL HONORÉ 12/10/2008 LONDRES/MADRID (EL PAIS)
Todo comenzó durante una reunión de padres en una escuela de Londres. La opinión que los profesores me dieron sobre mi hijo era buena, pero cuando entramos en la clase de arte, los halagos aumentaron a niveles inesperados. Uno de sus trabajos, un boceto de un mago realizado al estilo de Quentin Blake, estaba colgado en la pared con chinchetas como modelo para los demás alumnos. Por debajo del retrato, mi hijo había pintado la cabeza de un hombre desde diferentes ángulos. La profesora de arte lo descolgó para enseñármelo.

"Es increíble que un niño de siete años, por iniciativa propia, haya representado la perspectiva de esa forma", me decía entusiasmada. "Su hijo, verdaderamente, destaca en clase. Es un joven artista superdotado".

Y ahí estaba, la S de esa palabra de 11 letras que produce taquicardia a cualquier padre: superdotado.

Aquella noche me puse a buscar en Google cursos y profesores particulares de arte para cultivar el don de mi hijo. En mi mente desfilaban las imágenes del que podría ser el próximo Picasso. Hasta la mañana siguiente. "Papá, yo no quiero un profesor particular, sólo quiero dibujar". Me confesó mientras desayunábamos. "¿Por qué los adultos siempre tienen que controlar todo?".

Su pregunta me impresionó bastante. A mi hijo le encanta dibujar. Puede pasar horas inclinado sobre un trozo de papel inventando extrañas formas de vida, diseñando complicados libros de cómics o haciendo bocetos de Ronaldo dando patadas a un balón. Dibuja bien y se siente feliz con ello. Pero, por alguna razón, esto no era suficiente. Una parte de mí quería aprovechar esa felicidad, pulir y sacar partido de su talento, convertir su arte en un éxito. Mi hijo tenía razón: estaba intentando controlar todo.

Aquella conversación a la hora del desayuno resultó ser uno de esos momentos reveladores que le cambian a uno la vida. Me hizo darme cuenta de que, como padre, estaba perdiendo el equilibrio. También me inspiró para escribir Bajo presión: cómo educar a nuestros hijos en un mundo hiperexigente.

Para realizar la investigación del libro pasé dos años viajando por toda Europa, América y Asia analizando la situación de la infancia en la actualidad. Visité colegios, guarderías, clubes deportivos, laboratorios y ferias de juguetes; me entrevisté con profesores, entrenadores, concejales, publicistas, policías, terapeutas, médicos y cualquier experto en desarrollo infantil. Hablé también con cientos de padres y de niños, y seleccioné las últimas investigaciones científicas.

Lo que descubrí es que los adultos han secuestrado la infancia de los niños de una manera nunca vista hasta ahora. Bajo presión explora el porqué del fracaso del modelo infantil actual y ofrece propuestas de todos los rincones del mundo para ayudarnos a encontrar una solución. El libro no es un manual para padres. Mi intención va más lejos: redefinir lo que significa ser niño y padre en el siglo XXI.

Desde luego, el impulso de controlar al milímetro a los niños no es nuevo. Hace 2.000 años, un maestro llamado Lucius Orbilius Pupillus identificó a los padres con demasiadas ambiciones para sus hijos como gajes del oficio en las aulas de la antigua Roma. Cuando el joven Mozart hizo prodigios que se pusieron de moda en el siglo XVIII, muchos europeos educaron a sus propios chicos con la esperanza de conseguir niños prodigio. Hoy día, sin embargo, la presión por conseguir lo mejor de nuestros niños parece que consume todo el tiempo disponible.

Como padres, sentimos el empeño de empujar, modelar y educar a nuestros hijos con un celo sobrehumano para darles lo mejor de todo y hacer de ellos los mejores para todo. Pensemos en la colección de DVD de Baby Einstein o en la de yoga para niños; en el último modelo de iPod; o en los GPS con dispositivo de localización para las mochilas; clases de ballet, de fútbol, de cerámica, de yoga, tenis, rugby, piano, yudo. Sentimos que fracasamos si nuestros hijos sufren de algún modo y no brillan como artistas, profesores o atletas.

En todo el mundo, esta forma de controlar al milímetro la educación de los niños es conocida con diferentes nombres. Algunos la llaman "hiperpaternidad". Otros se refieren a ella como padres helicóptero, porque siempre están vigilando. Los canadienses bromean con los padres quitanieves, que marcan un camino perfecto en la vida de sus hijos. Incluso en los países nórdicos, donde se supone que viven gloriosamente relajados, se habla de padres curling: mamá y papá despejando frenéticamente el hielo por delante de su hijo.

Está claro que no todas las infancias son iguales. No se encuentran muchos niños superprotegidos en los campos de refugiados de Sudán o en las chabolas de Suramérica. Incluso en los países desarrollados hay millones de jóvenes, sobre todo entre familias humildes, que tienen más probabilidades de padecer poca protección que de estar sobreprotegidos. Seamos honestos: la mayoría de los padres helicóptero proceden de la clase media. Aunque esto no significa que este aspecto cultural afecte solamente a la gente acomodada.

A medida que un cambio social se produce, la clase media en general marca el camino a seguir. Y, además, el exceso de protección de los niños está minando la solidaridad social, ya que cuanto más obsesionadas están las personas con sus propios hijos, menor es el interés por el bienestar de los demás.

Los padres también forman parte de esta ecuación. Fuera de casa, todos, desde los gobiernos hasta la industria publicitaria, tratan de manipular la atención de los niños para ajustarla a sus propios planes. Recientemente, un grupo de parlamentarios ingleses advirtió de que hay muchos niños cuyo sueño es crecer para ser hadas, princesas o estrellas de fútbol. La solución que plantearon: aconsejar a los niños de cinco años sobre la profesión que querían ejercer de mayores.

El consumismo ha entrado sigilosamente en cada rincón de las vidas de los niños, algo que parecía intocable. Sólo el simple hecho de dormir en casa de una amiga se ha convertido en estos momentos en una oportunidad para empresas publicitarias como la Agencia de Inteligencia Infantil, que patrocina fiestas en las que las adolescentes prueban nuevos productos y rellenan cuestionarios. Los trabajadores de McDonald's visitan los hospitales para entregar a los niños juguetes y globos, así como folletos para promocionar su comida. Juntando estos datos, estimamos que muchos niños ven hoy día unos 40.000 anuncios al año.

Al mismo tiempo que permitimos que nuestros hijos se entreguen al consumismo, les protegemos entre algodones y les prevenimos ante riesgos que realmente les harían bien. En muchos países, los gobiernos han prohibido actividades peligrosas tales como las canicas, el juego de corre que te pillo o las peleas de bolas de nieve. Casi la mitad de los niños ingleses con edades comprendidas entre los 8 y los 12 años nunca se han subido a un árbol porque sus padres piensan que es muy peligroso. No importa que en la mayoría de los países el delito de pedofilia sea menos frecuente de lo que era hace una generación (ocupa más espacio en las portadas de los medios). Tenemos tanto pánico a que nuestros hijos puedan convertirse en un caso similar al ocurrido con Madeleine McCann, que les encerramos en casa como a las gallinas.

Veamos lo que ha sucedido con la educación. Los niños reciben cada vez más pronto clases particulares y hacen evaluaciones una y otra vez con el fin de que las notas sean más importantes que el aprendizaje en sí mismo. Hoy día, más que nunca, muchos niños toman medicamentos como el Ritalin para ayudarles a concentrarse en los estudios. Al fin y al cabo, ¿qué son los medicamentos? El no va más del control al milímetro.

En la actualidad, mires donde mires, el mensaje que recibimos es el mismo: la infancia es demasiado preciosa para dejársela a los niños, y los niños son demasiado preciosos para dejarlos solos. Pero ¿esto es malo? Tal vez sea este control al milímetro de resultados. Tal vez estemos formando a los niños más sanos, más brillantes y más felices que nunca antes hayamos visto. O tal vez no.

Desde luego, deberíamos tomar con cierta precaución los informes sobre que el concepto de infancia se muere. Son muchas las ventajas de crecer en un mundo desarrollado de principios del siglo XXI: los niños tienen menos probabilidades de padecer desnutrición, abandono, violencia o muerte que en ningún otro momento de la historia. Están rodeados de comodidades impensables hace una generación. Legiones de profesores, políticos y empresas utilizan todos sus esfuerzos para procurarles nuevas fórmulas de alimentación, educación, moda y entretenimiento. La ley internacional protege sus derechos. Son el centro del universo de sus padres.

Y aun así, algo sigue mal. Todo este control al milímetro, aunque bien intencionado, está fracasando. Los niños necesitan mucha orientación y un firme empujoncito de vez en cuando, pero cuando los adultos mandan, cuando cada situación es programada, supervisada o estructurada, hay que pagar un precio.

Comencemos por la salud. Los niños, encerrados en casa y sentados en el asiento trasero del coche mientras conducimos, están creciendo más gordos que nunca. La Asociación Internacional para el Estudio de la Obesidad calcula que en el año 2010, el 38% de los niños menores de 18 años de Europa y el 50% de los de América del Norte y del Sur serán obesos. Más aún, los kilos de más les están condenando a padecer enfermedades coronarias, diabetes tipo 2, arterioesclerosis y otros desórdenes en otro tiempo típicos de adultos.

Los niños deportistas también sufren. Los jóvenes que realizan mucho ejercicio acaban agotados. Lesiones como rotura del ligamento cruzado anterior, antes muy comunes entre atletas profesionales y universitarios, abundan ahora entre los estudiantes de secundaria y son tremendamente frecuentes entre los niños de 9 y 10 años.

Y tal como funciona el cuerpo, así lo hace la mente. La depresión y la ansiedad infantil -y el abuso de drogas, autolesiones y suicidio que a menudo los acompañan- no son hoy día más comunes en los guetos urbanos, sino en los elegantes barrios del centro de las ciudades y en las arboladas zonas residenciales de las afueras donde la emprendedora clase media ejerce su presión sobre los niños.

Los niños controlados al milímetro pueden pasarlo muy mal para valerse por sí mismos. Los servicios de orientación psicopedagógica de las universidades reconocen que hay cifras récord de estudiantes con depresión. Y los profesores comentan que algunos jóvenes de 19 años, en el transcurso de una entrevista, les entregan su teléfono móvil con estas palabras: "¿Por qué no habla usted todo esto con mi madre?".

El cordón umbilical permanece intacto incluso después de terminar la carrera. A la hora de contratar titulados recién salidos de la universidad, importantes empresas como Merrill Lynch han comenzado a lanzar lo que llaman "paquetes para padres", o jornadas de puertas abiertas compartidas para que mamá y papá puedan visitar sus oficinas. Muchos padres incluso les acompañan a las entrevistas de trabajo para ayudarles a negociar las condiciones de sueldo y vacaciones.

Algo precioso y difícil de valorar también está perdiéndose en el camino. El poeta inglés William Blake resumía la magia y lo maravilloso de la infancia de este modo:

"Para ver el mundo en un grano de arena
y el firmamento en una flor silvestre,
coge el universo en la palma de tu mano
y la eternidad en una hora".

Hoy día, los niños están demasiado ocupados corriendo de un lado para otro con clases de violín o clases particulares de matemáticas para coger el universo en la palma de sus manos. Y esa flor silvestre parece que da un poco de miedo. ¿No será que tiene espinas o que el polen provoca reacción alérgica?

La realidad es que los niños necesitan tiempo y espacio para explorar el mundo por sí mismos: así es como aprenden a pensar, a imaginar y a tener relaciones; a tomar gusto por las cosas; a saber qué quieren ser en lugar de ser lo que nosotros queremos que sean. Cuando los adultos controlan al milímetro la infancia de los niños, éstos pierden todo lo que da satisfacción y sentido a la vida: pequeñas aventuras, disfrutar del sentimiento anárquico, viajes secretos, juegos, contratiempos, momentos de soledad e incluso de aburrimiento. Sus vidas se convierten en extrañamente sosas, sin logros personales y en cierta medida aburridas y artificiales. Pierden la libertad de ser ellos mismos, y lo saben. "Soy el gran proyecto de mis padres", dice Ana Placente, una niña de 13 años de Madrid. "Incluso cuando estoy a su lado, hablan de mí en tercera persona".

Y no olvidemos lo que toda esta presión produce también en los adultos: cuando el cuidado de los hijos se convierte en un cruce entre el desarrollo de un producto y un deporte de competición, la paternidad pierde su mágico sentido.

Pero no todo son malas noticias. La buena noticia es que el cambio ya se está produciendo. En Europa, Asia y América, la gente está haciendo cosas para cambiar la situación, para dar a los niños más libertad para explorar el mundo a su ritmo, para permitirles ser niños de nuevo. Los colegios están poniendo freno a la obsesión de hacer exámenes y reducen los trabajos que tienen que hacer en casa -se han dado cuenta de que los alumnos reflexionan, estudian por sí mismos y aprenden mejor cuando tienen más tiempo para relajarse-. Hace poco tiempo, el colegio Cargilfield, un centro privado de Escocia, prohibió los deberes a los alumnos de entre 13 y 15 años. En un año, las notas de los exámenes de matemáticas y de ciencia mejoraron cerca de un 20%. Los niños también tienen más tiempo para disfrutar y jugar. "Es mucho mejor que se diviertan cuando son pequeños y no dediquen el día a hacer deberes", dice John Elder, director del Cargilfield. "Estamos aquí para divertirnos y nunca más tendremos la oportunidad de volver a ser jóvenes". Toronto se ha convertido este año en la primera ciudad de Canadá y América del Norte en suprimir por completo los deberes a los niños de cualquier edad.

Con el fin de dar un respiro al apretado programa de los niños, numerosas ciudades en todo el mundo les permiten tomar días libres cuando las actividades extraescolares se suspenden. Muchas familias se sienten liberadas por no tener que ir a kárate o a fútbol y tener que salir corriendo de casa, lo que reduce sus planes durante el resto del año. Las universidades más selectas también están lanzando un mensaje similar. El Instituto Tecnológico de Massachusetts ha cambiado recientemente la solicitud de ingreso, poniendo menos énfasis en el número de actividades extraescolares en las que un aspirante se puede inscribir y más en aquellas otras que realmente le interesen. Incluso la reconocida Harvard insta a los estudiantes de primer año a que comprueben su apretado programa antes de matricularse. En una carta publicada en la página web de la universidad, el antiguo decano Harry Lewis advierte a los estudiantes de que enriquecerán más sus vidas si se dedican a hacer lo que despierta verdaderamente su interés y no concentran todo su tiempo y esfuerzo en numerosas actividades. "Es más probable que consigan los objetivos que requiere el intenso ritmo de estudio si se permiten de vez en cuando tener tiempo libre, diversión y momentos de soledad, en lugar de llenar su agenda de actividades programadas que les impedirán pensar qué es lo que realmente quieren hacer". Lewis también hace hincapié en la idea de los jóvenes de conseguir un mejor puesto de trabajo si presentan un currículo perfecto. "Conseguirán un mayor equilibrio en sus vidas si realizan actividades puramente por entretenimiento y no con el objetivo de obtener un liderazgo que pudiera ser una credencial para conseguir empleo. El tiempo libre que pasen con sus amigos o compañeros de habitación podrá tener mayor influencia en sus vidas que el contenido de muchos de los cursos en los que se inscriben". El título de la carta es un mensaje claro y directo contra la cultura de la programación excesiva. Dice así: "Tranquilos: cómo sacar más provecho de Harvard haciendo menos".

Ya hay muchas familias en todo el mundo, como los Kessler en Berlín, Alemania, que están haciéndose cargo de esta situación. Para ellos, el momento crucial llegó cuando sus hijos -Max, de siete años, y Maya, de nueve- empezaron a pelearse. Su madre, Hanna, se dio cuenta de que el gran número de clases extraescolares que tenían -violín, piano, fútbol, tenis, esgrima, voleibol, taekwondo, bádminton y clases particulares de inglés- les estaba distanciando. "Cuando era pequeña, tenía mucho tiempo libre para estar con mis hermanos; nos llevábamos, y nos seguimos llevando, muy bien". "Cuando observé el repertorio de actividades de mi familia, me di cuenta de que Max y Maya no tenían casi tiempo para estar juntos porque uno u otro siempre salían de casa corriendo para ir a alguna de sus clases". Decidió reducir a tres el número de actividades extraescolares por niño. Los niños no echan de menos los cursos que eligieron dejar y la armonía entre los hermanos ha vuelto al hogar de la familia Kessler. "Ahora nos llevamos muy bien", dice Maya. "Nos divertimos mucho juntos". Max pone los ojos en blanco. Maya le fulmina con la mirada y parecería que, por un momento, las viejas hostilidades podrían reanudarse. Aunque los dos se ponen a reír. Hanna sonríe. "Nunca más volveremos a estar tan ocupados", reconoce.

Con el objetivo de que los jóvenes vuelvan a disfrutar haciendo deporte, las ligas deportivas están tomando medidas drásticas contra los padres que dan alaridos desde los banquillos, y están haciendo hincapié en que lo importante es aprender y disfrutar jugando, y no el hecho de ganar a toda costa. Un equipo de hockey sobre hielo de Toronto compuesto por niños de 10 años ha dejado de hacer estadísticas sobre sus resultados personales garantizando que cada niño, independientemente de su capacidad, juega el mismo tiempo. El resultado: los niños han vuelto a interesarse por el hockey, han mejorado su juego y han ganado casi veinte torneos en tres años.

Incluso los padres defensores a ultranza del deporte están aprendiendo a relajarse. Vicente Ramos, un abogado de Barcelona, tenía por costumbre controlar desde los lados del campo a su hijo Miguel, de 11 años, mientras jugaba al fútbol. La mayoría de las veces le gritaba: "¡Corre hacia el centro! ¡Pasa la pelota! ¡Recupera la posición!". Después, cuando volvían a casa en el coche, le comentaba el partido y le ponía muy poca nota. Un día, Miguel, un chico fuerte, ágil y con una habilidad increíble para tirar con el pie izquierdo, le dijo que no quería jugar más al fútbol. "Me quedé anonadado", dice Ramos. "Nos peleamos y discutimos gritándonos, y al final me reconoció que estaba enfadado conmigo porque siempre le estaba controlando".

Ramos decidió tomárselo con calma. Ahora, lleva a Miguel algunas veces al campo y se queda esperándole tomando un café en un bar cercano. Si decide quedarse en el banquillo, le hace muy pocos comentarios. Cuando vuelven a casa, no le corrige y a menudo los dos hablan de muchas otras cosas que no son fútbol. Ramos se siente sorprendido y aliviado al comprobar que su humor ha cambiado al no pensar si su hijo ha tenido suerte o no en el campo. Y lo más importante es que Miguel ha redescubierto su amor por el fútbol y siente que juega mejor. "Ahora sólo pienso en el juego y en lo que voy a hacer con la pelota en vez de sentirme agobiado esperando los gritos de mi padre", reconoce. "Es un gran alivio".

Otra de las situaciones que también está cambiando es nuestra tendencia a envolver entre algodones a los chicos para protegerles del más mínimo riesgo. Los niños de tres años de un jardín de infancia de Escocia pasan el día en el campo soportando el riguroso frío, haciendo hogueras y conociendo las setas más venenosas. Seguro que se hacen arañazos o se queman, pero vuelven al colegio más felices y seguros de sí mismos, y menos propensos a enfermedades y alergias. Y si no, hojeen el éxito mundial El libro peligroso para niños, un práctico manual lleno de ideas para que los chicos se diviertan con todo tipo de juegos de alto riesgo, desde carreras de karts hasta cómo hacer tirachinas o catapultas.

Todos estos cambios implican un menor control en la atención hacia los niños y en permitir que las cosas sucedan por sí mismas en lugar de forzarlas. Pero todavía queda mucho por hacer. Necesitamos colegios, deportes, publicidad, tecnología y planes urbanos más adaptados a las necesidades infantiles. Tenemos que volver a la idea de que una parte esencial de la salud infantil es que jueguen solos, sin metas y objetivos. Una buena idea para empezar sería dejarles una o dos horas al día entretenerse ellos mismos sin la ayuda de adultos o de ordenadores.

Aunque para conseguir los objetivos, los padres tienen que aprender a relajarse. Pero ¿cómo sabemos si estamos forzando demasiado a nuestros hijos? No siempre es fácil, porque la línea entre los padres que se ocupan y los que se ocupan en exceso puede ser muy fina, aunque, con todo, hay señales indicadoras de peligro. Puede que se extralimite si le hace los deberes a su hijo o que le grite hasta quedarse ronco mientras juega en un acontecimiento deportivo; tal vez le espía mientras navega por las páginas de MySpace o no le permite arriesgarse, tal y como usted hacía a su misma edad; o quizá comprueba que se ha quedado dormido en el coche de camino a una de sus actividades extraescolares o a lo mejor le recita palabra por palabra lo que ha hecho mal.

El primer paso para relajarse sería dejar de lado el perfeccionismo. No hay una receta mágica para ser padres. La ansiedad y las dudas son una parte natural de la educación y no una señal para comenzar a controlarles al milímetro incluso con más firmeza. La infancia no es una carrera que sólo pueden ganar los mejores, los niños alfa. Cada niño es diferente. Observe a las personas de su entorno social que más admira: comprobará que han seguido varios caminos hasta llegar a ser adultos. Muchos de ellos probablemente hayan madurado tarde. Y la mayoría han prosperado en la vida gracias a no haber sido controlados al milímetro desde su nacimiento.

Aun así, una menor atención no es siempre la mejor solución. Tenemos que actuar con mano dura si queremos proteger a nuestros hijos del consumismo. Por eso, muchos padres de todo el mundo han emprendido una campaña para impedir a las empresas poner anuncios publicitarios en los colegios. Hay también una reacción contra la tendencia a celebrar fiestas de cumpleaños por todo lo alto. Son numerosos los padres que están poniendo límite al importe de los regalos e incluso eliminándolos por completo. Otros acuerdan con los invitados un importe máximo. En otras palabras, los padres están aprendiendo de nuevo el arte olvidado de decir "no".

Hay muchos niños hoy día que realmente necesitan escuchar con más frecuencia la palabra "no". Aunque, al mismo tiempo que invertimos tiempo, dinero y energía en ayudar a nuestros chicos a tener un currículo impecable, tendemos a titubear cuando se trata de impartir disciplina. Parece más fácil decir sí a jugar una hora más con la Nintendo o a que dejen su cuarto desordenado. Pero los niños necesitan disciplina y firmeza de vez en cuando. Los límites les ayudan a sentirse seguros y a estar preparados para la vida en un mundo construido a base de compromisos y reglas. A veces, los niños necesitan que les digamos "no".

El resultado final es que cuando se trata de la educación de un hijo, tenemos que aprender cuándo hacer más y cuándo hacer menos, cuándo ser blandos o cuándo ser duros. Por desgracia, los padres no podemos comprar o alquilar esa sabiduría: nos sale de dentro. Conocemos a nuestros hijos como nadie, lo que significa que lo mejor para un padre es confiar en nuestros instintos. Escribí Bajo presión para dar a los lectores confianza para poner límites a la presión social y a los mensajes confusos de la industria publicitaria y de los medios de comunicación a fin de encontrar el equilibrio que mejor convenga a su familia.

En cuanto a mí, bueno, me siento mejor porque logré encontrar ese equilibrio. Hace poco, mi hijo me dijo que tenía intención de matricularse en un centro para dar clases de dibujo. Conseguí mostrar mi satisfacción sin decir "te lo dije". Es su decisión y sé que tiene que ser así. Sólo espero recordar aquella lección cuando vaya a organizar su primera exposición.

* Traducción de Virginia Solans. 'Bajo presión', el último libro de Carl Honoré, editado por RBA, está ya a la venta.
EL PAIS

BAJO PRESION: RESCATAR A NUESTROS HIJOS DE UNA PATERNIDAD FRENETICA
de CARL HONORE
RBA LIBROS, S.A.

16.0x24.0 cm 304 pags
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788498673432
Nº Edición:1ª
Año de edición:2008
Plaza edición: BARCELONA

domingo, 30 de enero de 2011

Por qué vale la pena tener hijos

-Listo,ma, ya aprendí todo lo que tenia que saber del aparato reproductor
-¿Y qué sabés?
-Qué es todo muy asqueroso.



-Hijo, ya que te paraste...¿ te puedo pedir…?
-No...mirá , mamá , me volví a sentar.



- Qué bien que la pasa el gato,durmiendo todo el dia. Me encantaría ser gato.Aunque , en realidad , quisiera ser el gato de un millonario…
- ¿Para qué?
- Para jugar al golf.


- ¡Me muero! ¡Hay una comadreja en el jardín!
- Ay , ma ...¿ nos la podemos quedar?


- Ma: ¿ por qué tirás todas estas plantas? Esto no es ecológico...
- Hijo, estoy reemplazando cactus y malezas por plantas más lindas, con flores...
- Tenés un concepto nazi de la jardinería.


- ¿No me escuchaste que te pedí tres veces que te levantes?
- Te escuché , pero con esa voz tan linda...¡creí que era un sueño!


- Cavá más hondo el pozo, hijo...
- ¿Pero vos querés plantar un rosal o buscar un tesoro?


-Ma…¿ sabías que las mujeres tienen estrógeno y progesterona solo del dia 5 al 13 del ciclo?…..pero ¿ sabes que?¡ los varones tenemos testosterona TODO EL AÑO!



- ¿ Sabés lo que le pasó hoy a tu hermanita?
- Si, ya sé , le vino eso que tienen las mujeres ... empieza con M ...¡ la menopausia!

jueves, 27 de enero de 2011

Madres e hijas


Pequeña comedia humana
Batalla silenciosa entre madre e hija
Jorge Fernández Díaz
LA NACION
Domingo 16 de enero de 2011 | Publicado en edición impresa

La madre se esforzó durante años para que su hija la adorara por siempre. Naturalmente, no se daba cuenta de aquel deseo íntimo, egoísta e inconfesable. Bajo la coartada de querer lo mejor para su hija, criarla en felicidad, prepararla para la vida, atenderla día y noche, bajo el lema de ser -como todas- la mejor madre del mundo, ella cocinaba a lo largo de décadas la droga infalible: ser adorada, ser todo y mucho más para esa pequeña mujer que tanto se le parecía. A medida que la hija fue creciendo -como todas- comenzó a rebelarse contra su madre y a tratar de diferenciarse para hacer su propio camino. Hubo varias etapas tormentosas. Primero la madre se sintió ignorada por esa hija adolescente que apenas le dirigía la palabra; luego tuvo discusiones violentas por salidas y materias y ropas mínimas y chicos. Más tarde hubo una disputa monumental por la carrera universitaria que había encarado: le costó muchísimo a la madre entender que la hija tenía algunos derechos, como la intimidad y la vocación. Le dolió terriblemente descubrir que su hija ya no la obedecía. Aunque, por supuesto, no se trataba de un problema de autoridad, sino de adoración. Su hija ya no la adoraba, la droga se había terminado. Entonces, sin tener conciencia de lo que hacía, inspirada solamente en las abnegaciones de madre, comenzó a agredirla. Obviamente, tampoco sabía que la estaba agrediendo: para la madre sólo se trataba de correctivos cariñosos, críticas al paso, señalamientos permanentes por el bien de su hija. Como había perdido la facultad de retenerla con el dinero y de colonizarla, la madre utilizaba la guerra de guerrillas. Cada vez que estaba cerca, cada vez que la llamaba por teléfono, aprovechaba para clavarle algún aguijón. Ese terrorismo doméstico volvía loca a la hija, a veces incluso la devastaba, y de hecho la iba alejando cada vez más. La lejanía apenó a la madre, después la enfureció. Los hijos son desagradecidos, empezó a murmurar la deidad caída. La relación de dominio y libertad continuó envuelta en cariño y amor filial, en solidaridades mutuas y conmovedoras, también en momentos de calma y mucho afecto. Como la hija se casó con un muchacho de buena posición económica a la madre -que todo le había costado tanto- le brotó instintivamente la bronca. "¡Qué fácil que les salen las cosas a ustedes! -le recriminó un día-. Cuánto derroche." La primera frase llevaba la etiqueta inadmisible de la envidia. La segunda era una admonición: no sean tan felices porque pueden perderlo todo. Esa admonición no se cumplió. La hija siguió adelante, vivió próspera y dichosa, y tuvo hijos. La madre se encargó de hacerle saber que a esos chicos los malcriaba, que elegía mal sus colegios, y que era demasiado dura o permisiva. Esto se combinaba con opiniones adversas que la madre dejaba caer sobre la casa, la decoración, la alfombra, el peinado de su hija y los hobbies de su yerno.

Cuando la hija cumplió cuarenta y entró en la crisis de la mediana edad, resolvió recurrir al psicoanálisis. Allí descubrió con horrorosa claridad todas estas pujas indecibles con su madre. Vino entonces un período de frialdad que no hacía más que calentar las cosas. Cinco años después, la hija, magnánima y ceñuda frente a una enfermedad de la madre, empezó a amnistiarla. Sobrevinieron largas temporadas de indulto y de decadencia. Hasta que la hija pasó a ser la madre de su madre, y todo fue olvidado y perdonado.

En ese instante justo, la hija de la hija dejó de dirigirle la palabra a su madre, y ésta supo por primera vez que ya nunca más sería adorada y que no valía la pena vivir sin esa droga. La batalla de su hija contra su nieta resultó aún más violenta que la suya propia, y aunque la abuela no metía baza una tarde en que la más chica de las tres se marchó dando un portazo la vieja dama largó una carajada larga y lúgubre. "¿De qué te reís, mamá?", le preguntó su hija hecha una furia. La abuela se puso seria de repente, se limpió las lagrimitas de la risa con un pañuelo y dijo: "De todas nosotras".

miércoles, 19 de enero de 2011

La Argentina Insolente

Estaría bueno comenzar por las pequeñas cosas.
Mario A. Rosen es médico, educador, escritor. Tiene 63
El Dr. años. Socio fundador de Escuela de Vida, Columbia Training System, y Dr. Rosen & Asociados. Desde hace 15 años coordina grupos de entrenamiento en Educación Responsable para el Adulto. Ha coordinado estos cursos en Neuquén, Córdoba, Tucumán, Rosario, Santa Fe, Bahía Blanca y en Centro América. Médico residente y Becario en Investigación clínica del Consejo Nacional de Residencias Médicas (UBA). Premio Mezzadra de la Facultad de Ciencias Médicas al mejor trabajo de investigación (UBA). Concurrió a cursos de perfeccionamiento y actualización en conducta humana en EEUU y Europa. Invitado a coordinar cursos de motivación en Amway y Essen Argentina, Dealers de Movicom Bellsouth, EPSA, Alico Seguros, Nature, Laboratorios Parke Davis, Melaleuka Argentina, BASF.

La Argentina Insolente

En mi casa me enseñaron bien.
Cuando yo era un niño, en mi casa me enseñaron a honrar dos reglas sagradas:
Regla N° 1: En esta casa las reglas no se discuten.
Regla N° 2: En esta casa se debe respetar a papá y mamá.
Y esta regla se cumplía en ese estricto orden. Una exigencia de mamá, que nadie discutía... Ni siquiera papá. Astuta la vieja, porque así nos mantenía a raya con la simple amenaza: “Ya van a ver cuando llegue papá”. Porque las mamás estaban en su casa. Porque todos los papás salían a trabajar... Porque había trabajo para todos los papás, y todos los papás volvían a su casa.
No había que pagar rescate o ir a retirarlos a la morgue. El respeto por la autoridad de papá (desde luego, otorgada y sostenida graciosamente por mi mamá) era razón suficiente para cumplir las reglas.
Usted probablemente dirá que ya desde chiquito yo era un sometido, un cobarde conformista o, si prefiere, un pequeño fascista, pero acépteme esto: era muy aliviado saber que uno tenía reglas que respetar. Las reglas me contenían, me ordenaban y me protegían. Me contenían al darme un horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas... Y me ordenaban porque es bueno saber a qué atenerse. De lo contrario, uno tiene la sensación de abismo, abandono y ausencia.
Las reglas a cumplir eran fáciles, claras, memorables y tan reales y consistentes como eran “lavarse las manos antes de sentarse a la mesa” o “escuchar cuando los mayores hablan”.
Había otro detalle, las mismas personas que me imponían las reglas eran las mismas que las cumplían a rajatabla y se encargaban de que todos los de la casa las cumplieran. No había diferencias. Éramos todos iguales ante la Sagrada Ley Casera.
Sin embargo, y no lo dude, muchas veces desafié “las reglas” mediante el sano y excitante proceso de la “travesura” que me permitía acercarme al borde del universo familiar y conocer exactamente los límites. Siempre era descubierto, denunciado y castigado apropiadamente..
La travesura y el castigo pertenecían a un mismo sabio proceso que me permitía mantener intacta mi salud mental. No había culpables sin castigo y no había castigo sin culpables. No me diga, uno así vive en un mundo predecible.
El castigo era una salida terapéutica y elegante para todos, pues alejaba el rencor y trasquilaba a los privilegios. Por lo tanto las travesuras no eran acumulativas. Tampoco existía el dos por uno. A tal travesura tal castigo.
Nunca me amenazaron con algo que no estuvieran dispuestos y preparados a cumplir.
Así fue en mi casa. Y así se suponía que era más allá de la esquina de mi casa. Pero no. Me enseñaron bien, pero estaba todo mal. Lenta y dolorosamente comprobé que más allá de la esquina de mi casa había “travesuras” sin “castigo”, y una enorme cantidad de “reglas” que no se cumplían, porque el que las cumple es simplemente un estúpido (o un boludo, si me lo permite decir).
El mundo al cual me arrojaron sin anestesia estaba patas para arriba.
Conocí algo que, desde mi ingenuidad adulta (sí, aún sigo siendo un ingenuo), nunca pude digerir, pero siempre me lo tengo que comer: "la impunidad". ¿Quiere saber una cosa? En mi casa no había impunidad.
En mi casa había justicia, justicia simple, clara, e inmediata. Pero también había piedad.
Le explicaré: Justicia, porque “el que las hace las paga”. Piedad, porque uno cumplía la condena estipulada y era dispensado, y su dignidad quedaba intacta y en pie. Al rincón, por tanto tiempo, y listo... Y ni un minuto más, y ni un minuto menos. Por otra parte, uno tenía la convicción de que sería atrapado tarde o temprano, así que había que pensar muy bien antes de sacar los pies del plato.
Las reglas eran claras. Los castigos eran claros. Así fue en mi casa.
Y así creí que sería en la vida.. Pero me equivoqué. Hoy debo reconocer que en mi casa de la infancia había algo que hacía la diferencia, y hacía que todo funcionara. En mi casa había una “Tercera Regla” no escrita y, como
todas las reglas no escritas, tenía la fuerza de un precepto sagrado.
Esta fue la regla de oro que presidía el comportamiento de mi casa:
Regla N° 3: No sea insolente. Si rompió la regla, acéptelo, hágase responsable, y haga lo que necesita ser hecho para poner las cosas en su lugar.
Ésta es la regla que fue demolida en la sociedad en la que vivo.
Eso es lo que nos arruinó. LA INSOLENCIA.
Usted puede romper una regla -es su riesgo- pero si alguien le llama la atención o es atrapado, no sea arrogante e insolente, tenga el coraje de aceptarlo y hacerse responsable. Pisar el césped, cruzar por la mitad de la cuadra, pasar semáforos en rojo, tirar papeles al piso, tratar de pisar a los peatones, todas son travesuras que se pueden enmendar... a no ser que uno viva en una sociedad plagada de insolentes.
La insolencia de romper la regla, sentirse un vivo, e insultar, ultrajar y denigrar al que responsablemente intenta advertirle o hacerla respetar. Así no hay remedio.
El mal de los Argentinos es la insolencia. La insolencia está compuesta de petulancia, descaro y desvergüenza.
La insolencia hace un culto de cuatro principios:
- Pretender saberlo todo
- Tener razón hasta morir
- No escuchar
- Tú me importas, sólo si me sirves.
La insolencia en mi país admite que la gente se muera de hambre y que los niños no tengan salud ni educación.
La insolencia en mi país logra que los que no pueden trabajar cobren un subsidio proveniente de los impuestos que pagan los que sí pueden trabajar (muy justo), pero los que no pueden trabajar, al mismo tiempo cierran los caminos y no dejan trabajar a los que
sí pueden trabajar para aportar con sus impuestos a aquéllos que, insolentemente, les impiden trabajar. Léalo otra vez, porque parece mentira.
Así nos vamos a quedar sin trabajo todos.
Porque a la insolencia no le importa, es pequeña, ignorante y arrogante.
Bueno, y así están las cosas. Ah, me olvidaba, ¿Las reglas sagradas de mi casa serían las mismas que en la suya? Qué interesante. ¿Usted sabe que demasiada gente me ha dicho que ésas eran también las reglas en sus casas?
Tanta gente me lo confirmó que llegué a la conclusión que somos una inmensa mayoría. Y entonces me pregunto, si somos tantos, ¿por qué nos acostumbramos tan fácilmente a los atropellos de los insolentes?
Yo se lo voy a contestar.
PORQUE ES MÁS CÓMODO, y uno se acostumbra a cualquier cosa, para no tener que hacerse responsable. Porque hacerse responsable es tomar un compromiso y comprometerse es aceptar el riesgo de ser rechazado, o criticado. Además, aunque somos una inmensa mayoría, no sirve para nada, ellos son pocos pero muy bien organizados. Sin embargo, yo quiero saber cuántos somos los que estamos dispuestos a respetar estas reglas.
Le propongo que hagamos algo para identificarnos entre nosotros.
No tire papeles en la calle. Si ve un papel tirado, levántelo y tírelo en un tacho de basura. Si no hay un tacho de basura, llévelo con usted hasta que lo encuentre. Si ve a alguien tirando un papel en la calle, simplemente levántelo usted y cumpla con la regla 1. No va a pasar mucho tiempo en que seamos varios para levantar un mismo papel.
Si es peatón, cruce por donde corresponde y respete los semáforos, aunque no pase ningún vehículo, quédese parado y respete la regla.
Si es un automovilista, respete los semáforos y respete los derechos del peatón. Si saca a pasear a su perro, levante los desperdicios.
Todo esto parece muy tonto, pero no lo crea, es el único modo de comenzar a desprendernos de nuestra proverbial INSOLENCIA.
Yo creo que la insolencia colectiva tiene un solo antídoto, la responsabilidad individual. Creo que la grandeza de una nación comienza por aprender a mantenerla limpia y ordenada.
Si todos somos capaces de hacer esto, seremos capaces de hacer cualquier cosa.
Porque hay que aprender a hacerlo todos los días. Ése es el desafío.
Los insolentes tienen éxito porque son insolentes todos los días, todo el tiempo. Nuestro país está condenado: O aprende a cargar con la disciplina o cargará siempre con el arrepentimiento.
¿A USTED QUÉ LE PARECE?
¿PODREMOS RECONOCERNOS EN LA CALLE ?
Espero no haber sido insolente.
En ese caso, disculpe.
Dr. Mario Rosen
(¿Sería muy insolente si le pido que lo reenvíe?)

El hijo preferido

Cierta vez le preguntaron a una madre cual era su hijo preferido, aquel que ella más amaba.
Y ella, dejando entrever una sonrisa, respondió:
"Nada es más voluble que un corazón de madre"
Y, como madre, le respondió:
Mi hijo predilecto, aquél a quién me dedico de cuerpo y alma:
Es mi hijo enfermo, hasta que sane.
El que partió, hasta que vuelva.
El que está cansado, hasta que descanse.
El que está con hambre, hasta que se alimente.
El que está con sed, hasta que beba.
El que está estudiando, hasta que aprenda.
El que está desnudo, hasta que se vista.
EL que no trabaja, hasta que se emplee.
El que está de novio, hasta que se case.
El que se casa, hasta que conviva.
El que es padre, hasta que los críe.
EL que prometió, hasta que cumpla.
El que debe, hasta que pague.
El que llora, hasta que calle."

Y con un semblante bien diferente a aquella sonrisa, finalizó:

"El que ya me dejó, hasta que lo reencuentre"


LA NUEVA GENERACION DE PADRES DE FAMILIA Somos de las primeras generaciones de padres decididos a no repetir con los hijos los mismos errores que pudieron haber cometido nuestros progenitores. Y en el esfuerzo de abolir los abusos del pasado, ahora somos los más dedicados y comprensivos, pero a la vez los más débiles e inseguros que ha da do la historia. Lo grave es que estamos lidiando con unos niños más "igualados", conflictivos y poderosos que nunca existieron. Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro.

Así que, somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres regañados por nuestros hijos.

Los últimos que le tuvimos miedo a nuestros padres y los primeros que tememos a nuestros hijos.

Los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos.

Lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos no nos respetan como debiera ser.

En la medida que el ser sumiso reemplazó al ser autoritario, los términos de las relaciones familiares han cambiado en forma radical, para bien y para mal. En efecto, antes se consideraban buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres. Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten.

Y son los hijos quienes ahora esperan el respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias, sus formas de actuar y de vivir. Y que además les patrocinen lo que necesitan para tal fin. Como quien dice, los roles se invirtieron, y ahora son los papás quienes tienen que complacer a sus hijos para ganárselos, y no a la inversa, como en el pasado.
Esto explica el esfuerzo que hoy hacen tantos papás y mamás por ser los mejores amigos de sus hijos y parecerles "muy cool" a sus hijos.
Se ha dicho que los extremos se tocan, y si el ser autoritario en el pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos. Los hijos necesitan percibir que durante la niñez y la adolescencia estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van.
Si bien el ser autoritario aplasta, el ser sumiso o débil ahoga.
Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad.
Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo la sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros, ni destino.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Chiche Gelblung opina como papá , revista Para Ti , agoato de 2008

–¿Qué puntaje te pondrías como padre?
–Un 7,50. Tendría que haberles dedicado más tiempo. Con los chicos siempre te equivocás, es prueba y error permanentemente. Vas aprendiendo con cada hijo, y lo más probable es que lo que aprendiste con el mayor no te sirva para el que le sigue, porque tiene una personalidad diferente. Sí sé que no tendría que haber sido tan respetuoso de sus decisiones. Tendría que haber sido un poco más autoritario, un poco más jodidito.

viernes, 15 de octubre de 2010

Los hijos de la noche

Por Rolando Hanglin
Especial para lanacion.com
Martes 5 de octubre de 2010

Pensándolo bien: ¿Qué tiene que hacer un chico de 16 años, a las cinco de la madrugada, en las inmediaciones de la Ruta Panamericana, después de bailar en Pachá? ¿Qué tienen que hacer todos nuestros hijos adolescentes, de 12 a 19 años, en boliches donde se fuma, se bebe alcohol, se estropea el oído, se gritan insensateces y en cualquier momento se muere en la humareda de un incendio, o a manos de los desalmados que abundan a esas horas?
No son horas.
La clase media argentina, tradicional reserva de talentos que ha producido a Domingo F. Sarmiento, a Juan B. Alberdi, a Juan B. Justo, a René Favaloro, a Luis Sandrini, a Ricardo Lorenzetti, a Gerardo Sofovich, debe buscar en sus entrañas y lanzarse a una profunda mutación.
De vuelta al estudio, el trabajo, el ahorro. Como ha sido siempre, antes.
Los adolescentes no tienen ninguna necesidad de bailar. No es uno de los derechos humanos. La prueba está en que, si se le impide dormir a una persona, enloquece y muere. En cambio, se lo deja sin bailar y sigue contento y feliz. No pasa nada.
Si los teenagers quieren reunirse, pueden hacerlo en las casas de familia, como ha sido siempre. Con la música bajita, porque los vecinos descansan. Sin fumar ni beber. Hasta las doce de la noche. Y después, a dormir. ¿Cuál es el problema? Dormir es sano y necesario, porque mañana hay que levantarse a las 8 para jugar al rugby, o al hockey, o al fútbol, o repasar una materia. Como ha sido siempre y como sigue siendo en países serios como Canadá, Japón o Inglaterra.
¿Que la industria de la noche es un negocio lícito y produce ganancias importantes? Perfecto, que los señores de la noche hagan su negocio, como hasta ahora. Pero sólo para adultos. Que llegan en su auto y, si quieren, con su chofer. Por mí pueden emborracharse hasta quedar catatónicos: pero entre cuatro paredes y siendo mayores de 21 años. En la calle y manejando: no.
Nuestros hijos no deberían alquilar una Combi (en realidad, la pagamos nosotros) para llegar al boliche a las 2 de la mañana con la sagrada misión de "cagarse de risa" hasta las 5 y media. Es una locura. Es tentar a la desgracia. No lo permitamos.
La verdad que no confesamos es que nuestros hijos de 15 años salen de noche y beben aunque esté prohibido, porque existen "salones de fiestas" que son discotecas encubiertas, y en nuestro medio es fácil burlar la ley. Sobre todo si los padres no sabemos decir que no, cuando nuestros encantadores mocosos nos rezongan que "todos tienen permiso", "todos van", "todos lo hacen", "soy el único tarado", "soy la única pavota". Entonces, todos los viernes y sábados hay un cumpleaños, una despedida, un fin de curso, un recital, una fiesta del colegio tal o del liceo cual. En resumen, los adolescentes borrachos y circulando por las rutas hasta el amanecer.
Los "viajes de egresados" son un invento maldito. Primero: los chicos no han egresado de ninguna parte. Apenas acaban de terminar malamente un año, y deben rendir materias. No están egresando. No tienen por qué viajar. Y menos a Bariloche u otros sitios, lejos del control de sus padres, con el exclusivo propósito de producir aturdimiento, ebriedades, desórdenes sexuales y destrozos en los hoteles. ¿Cuál es la idea y quién la instaló?
La verdadera fiesta de egresados es, originariamente, un hecho institucional: se trata de un acto en el cual los alumnos que terminan su secundario presentan a sus familias, reciben sus diplomas, se despiden del colegio y, a veces, bailan. Todo supervisado por el rector y los profesores. Punto.
La nocturnidad adolescente es una creación siniestra que lleva la marca argentina en el orillo, porque ninguna sociedad del mundo la permite. Ni los católicos, ni los socialistas, ni los neoliberales, ni los protestantes... ¡No hablemos de los islámicos!
Mediante la nocturnidad, hemos establecido que los jóvenes se van de sus casas, después de descansar un rato, a las dos de la mañana. Llegan como pueden a las proximidades de una discoteca. Por lo general, están borrachos al arribar a la puerta, debido a la simpática "previa". En esas largas filas de espera, hay chicas que venden "petes" o "besos por un peso", para pagar la entrada, otras que exhiben el documento de la hermana mayor para que las dejen pasar, y no faltan los muchachitos que vomitan en la vereda o caen desvanecidos. Frecuentemente, se pegan e insultan. A la salida, en la desbandada del amanecer, ocurren las desgracias.
De la juventud del "amor y paz", sonrisas alucinadas, pies descalzos, un porrito, el sonido de voces y guitarras, el sexo libre (pero sano y sin violencia) hemos pasado en pocos años a esta cabalgata de barras bravas, haciendo "pogo". Sin embargo, son las mismas edades adolescentes, con las mismas caras puras y cuerpos vírgenes. ¿Cómo fue? ¿Cómo hicimos la metamorfosis de "una chica moderna" a "un gato"?
Naturalmente, a la madrugada, los padres yacen desmayados en sus camas. Hoy día se trabaja mucho. No se les puede pedir a papá y mamá que arranquen el auto o pidan un remise a las 6 de la mañana para salir a campear a los hijos e hijas por los inmensos bailables del conurbano. Físicamente, no pueden. Se ha creado así un mundo aparte, un universo de adolescentes completamente separados de sus familias. El mundo del alba es uno, el de la noche es otro. Los chicos viven de noche y duermen de día. Duermen en el colegio, en la playa, en la iglesia y en sus casas. Duermen, duermen, duermen. Cuando despiertan, se sientan frente a la computadora, frotándose los pelos, a leer disparates, o se aferran al celular para enviar mensajes de texto donde todo se escribe sin hache y sin acento.
Cuando nosotros no estemos: ¿De qué van a vivir estos adolescentes, que a los treinta años todavía están meditando sobre "cual es mi verdadera vocación"? ¿Cómo se ganarán el pan, vendiendo drogas?
Hemos hecho un estropicio. Nosotros, los padres de clase media.
Dicen que toda persona tiene derecho a poseer un sueño. Yo, por de pronto, tengo el mío. Una juventud sana, que salga del ruido, la noche, la droga, la ignorancia y lo "divertido". Que se entregue al día, al silencio, al estudio, al deporte, a la cultura, a la familia.
Alguno me dirá que este es el mismo ideal de "Mi hijo el dotor", que escribió Florencio Sánchez en 1930. Sí, es lo mismo. ¿Alguien tiene una idea mejor?
(Dedicado a la memoria de Florentino Sanguinetti, severo profesor y respetado rector de un gran colegio).

martes, 14 de septiembre de 2010

Yo no quiero ser supermamá

Papás blandiblup
Por Mª Ángeles López RomeroHome
Publicado en Julio 23rd, 2010 por 21rs
Oigo un anuncio publicitario de una marca de zumos que habla de las mamás Juver. Unas superwoman que nunca se cansan y siempre aciertan. Pues, señores de Juver, gracias por el intento de halagarnos a las mamás, pero conmigo no cuenten. Yo no quiero ser una supermamá. Prefiero el papel que se asigna a los papás, con derecho a estar cansados, a enfadarse, a olvidarse de darles la medicina y a desertar de las obligaciones en momentos puntuales.

Se nos ha vendido a las mujeres la patraña de que tenemos que ser perfectas en esto de ser mamás, pero no es cierto. Siempre dispuestas a leer un cuento por cansadas que estemos, a dar la crema después del baño, como si nos encantara enbadurnarnos las manos mientras perseguimos niños por los pasillos. Dispuestas y contentas de tener que ceder todas nuestras aficiones y aspiraciones frente a los deseos (o caprichos) de nuestros vástagos. Pacientes hasta el infinito. Irresistibles al agotamiento tras jornadas de trabajo que se prolongan infinitamente en casa. Ordenadores humanos que registran las citas con el médico, los días de matrícula, o que hace falta comprar unos zapatos. Y son muchos los mensajes que se difunden viralmente a través de internet ensalzando a esas madres amorosas que se entregan al cien por cien por sus hijos.

No, yo no soy de ésas. Yo creo que es mejor enseñar a los hijos a ceder y a frustrarse que darles siempre todo. Creo que es mejor que los hijos conozcan las limitaciones de sus madres, tan humanas, y aprendan de ellas. Estoy convencida de que transmite el mismo o más amor una madre realizada que una persona eternamente frustrada para poder complacer a los demás. Y, sobre todo, estoy harta de que con el pretendido empeño de halagar, se fomenten relaciones de deisgualdad en el seno familiar.

No, yo no soy una supermamá y no quiero serlo. Quiero ser una madre de carne y hueso. Y sobre todo, quiero ser una mujer. Que, además de madre, es esposa, periodista, amiga, pensadora (en el sentido más humilde y más universal de la palabra), ciudadana y disfrutadora de la vida.

Y si hay hijos tan egoístas como para no entenderlo y agradecerlo, es que no se merecen a la supermadre que tienen, aunque no responda a los cánones de Juver.

domingo, 29 de agosto de 2010

"¿Por qué cuernos me engañaste?" : Nuevo libro, y nuevo blog


Acabo de inaugurar un nuevo blog con avances de mi nuevo libro " ¿ Por qué cuernos me engañaste?" ( Todo acerca de la infidelidad) de Ana von Rebeur ( Editorial Norma), que ya está en todas las librerías . Visitalo, te vas a divertir mucho.
Su dirección es :
http://porquecuernosmeenganiaste.blogspot.com ( cuidado : no va con ñ sino con ni: enganiaste)
¡ Espero tus comentarios!